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Juan Wahren: “A cuarenta años de la democracia nos debemos un debate sobre estas cosas"

Actualizado: 13 nov 2023

Juan Wahren es sociólogo, doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET sobre estudios rurales. Reflexionó sobre la concentración de la tierra en nuestro país, el proceso de extranjerización al que asistimos y la relevancia de debatir al respecto. Si Argentina se cimentó sobre un gran genocidio de pueblos originarios, varias décadas después la dictadura representó el segundo genocidio. No son pocas las líneas que podemos trazar entre ambos procesos. Un dato impactante: en Argentina desaparecieron 187.000 pequeños productores entre 1988 y 2018.

(Foto: Facebook Juan Wahren)

“En Argentina hay concentración de la tierra”, afirmó el sociólogo, doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET sobre estudios rurales, Juan Wahren. “Es un dato histórico que se mantiene a lo largo de toda la historia del país, que es una gran concentración de la de la tierra. Ha habido, obviamente, fluctuaciones en ese índice de concentración, pero hoy podríamos decir que la tierra está fuertemente concentrada en Argentina, incluso más que en décadas anteriores”, agregó.


En este sentido, Wahren contó que la tendencia se repite en la mayor parte de América Latina. “Es un poco la norma de los países latinoamericanos, con algunas excepciones: índices de gran concentración de la tierra que lideran en Sudamérica, Paraguay y Colombia. Pero Argentina no se queda atrás, junto con Brasil, Uruguay, con índices bastante altos”, detalló.


“La excepción principal es México, que tuvo una reforma agraria muy importante con lo que se llamó la Revolución Mexicana de 1910, 1920 hasta 1940, que implicó un proceso de cierto reparto de la tierra, que permanece hasta hoy, aunque no fue tan grande como como quería Emiliano Zapata, Pancho Villa, o los líderes nacionales, pero comparado con el resto de América Latina, México, por ahí es el que mayor distribución de la tierra tiene”, añadió.


Y aportó: “Por ejemplo, por lo menos legalmente, no puede haber haciendas de más de cinco mil hectáreas en la zona norte del país y de más de mil en la zona centro y sur, que son lo que nosotros acá consideramos una propiedad media. Los campos de Argentina tienen diez mil, veinte mil, cien mil hectáreas. Son datos o números que en México no los pueden creer y acá están muy normalizados. En Argentina en particular, pero también en Brasil, en Paraguay, en Colombia, está la idea de la gran hacienda, del gran campo de miles de hectáreas en una sola una sola propiedad, un solo dueño”.


“Una de las grandes causas de la pobreza estructural de América Latina es la desigualdad del territorio”


Consultado acerca de si existe en Argentina alguna regulación acerca de cuánta tierra puede concentrar una persona, el doctor en Ciencias Sociales informó: “Acá no hay no hay un límite de cantidad de hectáreas que pueda tener una sola persona. La única limitación que existe normativamente es por la tenencia de tierras en manos extranjeras. Hay una ley que ya tiene un poco de tiempo que indica que no puede haber más del quince por ciento del territorio nacional, y esto después se lleva a cada jurisdicción provincial”.


“No puede haber ninguna provincia ni ningún municipio tampoco que tenga más del quince por ciento de sus tierras productivas en manos de personas extranjera”, agregó aunque matizó con el caso de Bariloche: “Un muy conocido ahora es el de Bariloche, que tiene una parte importante, casi más de un treinta por ciento de las tierras productivas, que ahí es una mezcla de lo productivo con el turismo, con implicancias en el acceso a la naturaleza. El caso de Joe Lewis es el más paradigmático, pero si uno mira la catástrofe de Bariloche, va a encontrar un montón de empresas y de personas físicas y jurídicas extranjeras que tienen tierras en la zona que incumplen la ley”.


“Si sos propietario argentino, podés tener los millones de hectáreas que quieras, y nadie te lo va a poder impedir. En términos de un costado más humano, que una sola persona tenga un millón de hectáreas o cien mil hectáreas y después haya gente que está pasando hambre y que no pueda comer o acceder a una buena alimentación, me parece un acto de injusticia humana terrible”, criticó.


Y afirmó: “Podríamos decir que una de las grandes causas de la pobreza estructural de América Latina, de la falta de desarrollo de estos países, tiene que ver con la desigualdad del territorio. Esto está estudiado, no lo digo yo, lo dice la CEPAL, lo dice la Comisión Económica que estudia América Latina de parte de las Naciones Unidas, lo dice la FAO de Naciones Unidas…”


“La necesidad de que haya un reparto mucho más igualitario de la tierra no garantiza, pero sí habilita procesos de democratización de los países, por un lado, y de baja de la desigualdad y de la pobreza en general. Yo creo que es bueno este debate que está habiendo en Argentina, por suerte, que se empieza a debatir, la posibilidad de un reparto más equitativo de las tierras”, enfatizó Wahren.


“El modelo de negocios de la tierra hizo que de 1988 a 2008 hayan desaparecido 187.000 productores”


(Foto de archivo)


A pesar de que la acumulación de la tierra en manos extranjeras no llega al límite de la ley, sí puede observarse un fenómeno ascendente en los últimos tiempos. “Hay una tendencia global de procesos que en Ciencias Sociales y Económicas llamamos de acaparamiento de tierra. Esto es un proceso que se va dando, insisto, a escala global, por parte de empresas o personas que empiezan a comprar grandes cantidades de tierra en diferentes lugares del mundo”, describió el sociólogo.


Al ser consultado sobre las razones de esta tendencia, Wahren respondió haciendo referencia a dos motivos. El primero de ellos, productivo: “En parte, se da porque los alimentos se exportan o cotizan en la bolsa de comercio. Por ejemplo, el maíz, por ejemplo, la soja, que tienen una evaluación internacional fijada por la Bolsa de Granos de Chicago. Así, tenés veintipico de cultivos que tienen una lógica comercial ya globalizada totalmente. Es decir, la Argentina se fija en base a lo que pasa o no en la bolsa de Chicago. Y así con estos cultivos, la palma, la caña de azúcar, la palma africana, un montón de cultivos, que no necesariamente tenemos con tanta fuerza en Argentina, pero que efectivamente están bajo esta lógica”, dijo.


“Entonces, hay muchos capitales internacionales, de empresas o de personas que van invirtiendo en estas cadenas de producción agropecuaria para la exportación del mercado agropecuario, o incluso también para la fabricación de biocombustibles, que vienen a suplantar o por lo menos a complementar el combustible de origen fósil, hidrocarburífero”, prosiguió.


Y añadió: “Ahí hay un interés concreto que sería más productivo que lo que hace es generar compras o alquiler de tierras a gran estala en diferentes países, que aparte van moviéndose dependiendo las circunstancias. Cuando saben que, por ejemplo, empieza la sequía, migran hacia otras partes del mundo donde tener mayor productividad. Ese es un fenómeno que explica por qué empieza a haber esto que llamamos el acaparamiento de tierra. Cada vez más concentración en manos de grandes empresas”.


En cuanto a la segunda razón del fenómeno de extranjerización, el investigador la describió como de índole financiera: “Otro motivo tiene que ver con el factor más especulativo, financiero, que implica la compra de tierra. ¿Por qué? Porque frente a distintas crisis económicas mundiales, como la que estamos viviendo ahora, cuando estalló la burbuja inmobiliaria en 2008 y generó una crisis de precios y de y de capitales a escala global, el Efecto Tequila en los años noventa, la crisis de Rusia, la crisis argentina de 2001… Bueno, todas esas crisis lo que hacen es generar una fuga de capitales que necesitan asegurarse su valor”.


"¿Qué hacen? Compran oro, entonces el precio del oro empieza a subir. Otro espacio de reserva de valor clásico de la economía del mundo es la compra de tierras, porque la tierra nunca termina de perder su valor porque, en definitiva, la tierra significa que ahí puedes producir alimentos y alimentos, la humanidad no solo siempre necesita, sino que cada vez necesita más porque sigue creciendo. Entonces, es una es un lugar de reserva de valor”, reflexionó.


“Entonces, hay una doble, un doble juego de las inversiones, que tiene que ver con lo productivo, y con esto más eh financiero, especulativo, que compran tierra para esperar que después suba o para o aguantar mientras dura la crisis. Eso hace que haya cada vez menos tierra eh productiva en manos de pequeños y medianos productores, y cada vez más en grandes propietarios, que algunos son productores y algunos ni siquiera son productores. Es pura especulación y reserva de valor”, enfatizó.


Justamente, esto se ha manifestado en las últimas décadas con una preocupante consecuencia: ha disminuido considerablemente la cantidad de pequeños productores de la tierra. “Esto genera un fenómeno mundial que en la Argentina también se está dando. Es un proceso de acaparamiento de tierras, progresivo, muchas veces en alianza entre capitales extranjeros y capitales nacionales, que va generando esta concentración de la tierra, que se puede ver con los Censos Nacionales Agropecuarios”, dijo Wahren.


“Uno ve desde 1988, por poner una fecha previa a la conformación de lo que hoy llamamos el modelo de desarrollo agrario de los agronegocios, cómo van desapareciendo cantidades de producciones, que casi todas son pequeñas producciones. Contamos 187.000 productores que desaparecieron de 1988 a 2018, que fue el último Censo de este tipo. Entonces, tenés un rango de un montón de años donde se instauró este modelo de los negocios y vamos viendo cómo van desapareciendo esas esas producciones, que son más de un 40%. Es una realidad alarmante. Y esto es una tendencia que se sigue verificando de acá para para adelante”, detalló.


“Hay un terrible genocidio silencioso de los pueblos originarios”


Los conflictos territoriales, por motivos productivos y especulativos, impactan en tierras de ocupación histórica por parte de pueblos originarios, generando gran conflictividad con dichas comunidades, que resisten la ocupación.


Sobre este punto Juan Wahren opinó: “También hay aquí una mirada histórica. Primero, que los Pueblos Originarios estaban en el territorio antes de que nos construyéramos como país, como Argentina, primero la colonia española, y luego el Estado Nación argentino que fue conquistando a sangre y fuego. Entonces, nuestro nacimiento como Pueblo, como Nación, está manchado de esa sangre”.


(Foto: Facebook Juan Wahren)

“El ejército español y después el ejército argentino avanzó por sus territorios para incorporarlos a la producción agropecuaria, primero más ovina, después ganado el vacuno, y después a la producción de granos, de oleaginosas, es decir, el sistema de producción que nos convirtió en el famoso granero del mundo. Ese modelo se hizo basado en esa expropiación terrible de tierras de los pueblos originarios”, agregó.


Y puso de relieve: “Entonces, esa primera apropiación y concentración terrible de la tierra, nos da primero la concentración de tierra en las grandes familias patricias argentinas. Los que van a conformar la Sociedad Rural Argentina, que consiguen gran parte de sus tierras bajo esta premisa. Entonces ahí está el debate de los pueblos originarios que lograron sobrevivir al avance, a la matanza, el genocidio que se provocó en esa época. Ellos terminaron habitando lo que hoy se llaman los territorios marginales. Estaban en territorios que no servían para la producción agropecuaria o que no eran espacios turísticos, en zonas que nadie quería en ese momento y se las dejan como reserva, como espacio marginal para que vivan allí.


“Ahí también se conformaron no sólo pueblos originarios, que resistieron y siguen existiendo como tales, sino también poblaciones que llamamos campesinas. Pequeños, muy pequeños productores de producciones agropecuarias, de la zona núcleo de producción agropecuaria. A partir de la década del 90 empieza a haber un auge del agronegocio, con la soja que empieza a expandir la frontera agropecuaria”, prosiguió.


“Ahí es donde empieza un nuevo conflicto con las comunidades indígenas, sumándole también a los miembros campesinos que en esas tierras, las poquitas que les habían quedado. Empiezan a avanzar estos nuevos emprendimientos del agronegocio ligados a la soja y al maíz transgénico. A esto, le sumamos el problema del avance de la mega minería, sobre todo en la zona cordillerana y el avance del petróleo y el gas, como pasa en Vaca Muerta, que ya estaba en territorios que habitaban históricamente los mapuches. A nadie le interesaban esas tierras porque eran una especie de meseta llena de piedras, con muy poco pasto, donde los mapuches y los campesinos crianceros vivían de cría de cabras, de ovejas, etcétera”, enfatizó el sociólogo.


Este proceso, además, se ve profundizado con el avance del petróleo, de la megaminería en las montañas, del litio en los salares, etcétera. “Gente que vivía históricamente de esos recursos empiezan a ver cómo se destruye su forma de vida”, sentenció.

“Por eso hay un terrible genocidio silencioso que están viviendo los pueblos Qom, Wichí, Guaraní, Chulupí en la zona norte de nuestro país, que tiene que ver con eso, con quitarles su forma de vida. Ese avance del extractivismo para nosotros, desde nuestros estudios, está generando un proceso que empieza a destruir a las comunidades campesinas y las comunidades indígenas”, concluyó Wahren.


“A cuarenta años de la democracia nos debemos un debate sobre estas cosas”


No son pocas las voces que plantean que la conformación del Estado nacional se cimentó sobre un gran genocidio de los Pueblos Originarios que aquí vivían. Con el correr de las décadas, la dictadura de 1976 representó el segundo gran genocidio. Realizando una lectura analítica, son varias las líneas de conexión que podemos trazar entre ambos procesos.


Hace algunos meses la Legislatura de Mendoza difundió una resolución afirmando que “los mapuches no deben ser considerados pueblos originarios argentinos”. A decir verdad, hemos escuchado a legisladores, ministros, candidatos y demás funcionarios expresarse en este sentido. Pero no a una Legislatura. Consultado sobre este punto, el sociólogo dijo “Me entristece porque la clase política argentina está en una crisis terminal, diría yo. Si consideramos el consenso tan masivo que adquirió la votación, creo que fueron treinta votos a favor, seis en contra, ocho abstenciones, más algunos que faltaron, entonces hay un consenso importante en los representantes del pueblo en Mendoza para plantear algo que va en contra de la propia Constitución Nacional”.




“Todo en pos de defender un proyecto económico de extracción de hidrocarburos no convencionales, como el de Vaca Muerta, que se extiende hacia el sur de Mendoza, es decir, no está solo en Neuquén, sino que llega al sur de Mendoza que tiene una tradición petrolera importante”, evaluó.


Y añadió: “Pensamos que en Mendoza la principal actividad es el vino, pero si uno mira el producto bruto interno de la provincia, su actividad principal sigue siendo el petróleo. Entonces ahí uno entiende por qué la gente está en contra de esta campaña, contra los mapuches. Hay intereses políticos y económicos muy fuertes ligados a la actividad petrolera. Los mapuches ni siquiera se están oponiendo a la a la producción, están planteando que si van a usar su territorio, por lo menos que les den una compensación, no solo económica, sino una compensación social”.


“Yo trabajo el tema de fracking en Neuquén, y uno ve el impacto económico. La actividad hidrocarburífera genera enfermedades, genera destrucción de territorios que después ya no se pueden usar durante décadas porque ya quedan contaminados con hidrocarburos… hay una serie de impactos muy fuertes que no se están tomando en cuenta obviamente porque lo que se necesita es la energía, los dólares. Bajo esa premisa de la urgencia de conseguir divisas, de conseguir energía, se encaran este tipo de industrias”, espetó.


Asimismo, expresó su preocupación en otro sentido: “El Ejército Argentino sacó una comunicación del jefe del Ejército diciendo que iban a empezar a hacer maniobras en territorios considerados estratégicos por el país y, entre ellos, nombró Vaca Muerta, nombró los reservas de Monsalve donde está el litio, nombró el Atlántico Argentino donde están las reservas de petróleo… Me parece muy interesante, porque marca la línea de acción del Ejército que está prohibida por la propia ley de defensa de la democracia”.


“En la hipótesis de conflicto, tenés algún tipo de invasión extranjera sobre el territorio argentino para controlar el petróleo, que no existe, no hay una hipótesis real. Entonces ese enemigo, es un enemigo interno, que son las comunidades indígenas, las campesinas, los movimientos ambientales que se oponen al petróleo”, manifestó


Y apuntó: “Si uno mira la declaración de Mendoza y la declaración del Ejército, si bien hasta ahora es en el plano discursivo, es muy preocupante. Creo que nos debemos, a cuarenta años de la democracia, un debate sobre estas cosas. Cuáles son esas deudas no saldadas de la democracia, que hay muchas, y una de ellas tiene que ver con los pueblos originarios, los campesinos y este extractivismo que avanza y avanza día a día en nuestros territorios”.


“Es necesaria una reforma agraria integral y popular”


Finalmente, Juan Wahren fue consultado respecto a cuáles consideran él y su grupo de estudios que deberían ser los lineamientos a seguir para que existan avances en las problemáticas planteadas.


En estos aspectos, explicó: Yo creo que es una consigna vieja que en América Latina tuvo mucha fuerza, y que en Argentina nunca terminó de calar aunque hubo grandes debates también al respecto durante siglo XIX, siglo XX, y ahora en el siglo XXI, que tiene que ver con la reforma agraria. Es el hecho maldito del país terrateniente. Parafraseando a William Cook, es como la palabra prohibida. La idea de la reforma agraria y del reparto igualitario de la tierra, o por lo menos más equitativo”.


“Parece que uno está planteando algo totalmente revolucionario, pero en realidad es algo que pasó en un montón de países del mundo, incluso Estados Unidos basa gran parte de su desarrollo económico y político en la idea de reparto de tierras que, por cierto, también fueron conquistadas a sangre y fuego a los pueblos originarios desde de Norteamérica, pero que repartieron la tierra entre los chacareros de Estados Unidos, pequeños y medianos propietarios, que son una de las bases, uno de los pilares de tanto de la democracia norteamericana, como del desarrollo económico”, agregó.


Y profundizó: “Eso que no pasó en Argentina, pero sí pasó en diferentes partes del mundo, parece una especie de locura, una utopía que en realidad funcionó y bastante bien en muchas partes del mundo”


“Para nosotros, desde nuestro equipo de investigación, y desde lo que yo pienso también como como ciudadano, creo que tendría que darse lo que llaman algunos movimientos campesinos y poblaciones indígenas una reforma integral y popular. Es decir, no solamente garantizar la tierra, sino también garantizar formas en las cuales se pueda producir alimentos de manera saludable, basados en la agroecología, en el uso de insumos internos y no de insumos industriales para fertilizar la tierra naturalmente, o con los propios elementos de la naturaleza, y no con esa producción industrial que termina contaminando la tierra, obviamente sin uso de agrotóxicos”, destacó Wahren.


“También lo que llamamos la soberanía alimentaria y la autonomía alimentaria que implica la posibilidad de producir alimentos que consumimos, que no son los alimentos nutricionales que necesitamos. Entonces, por ejemplo, no necesitamos un tomate perfecto, redondo, pero que no tiene sabor ni tiene nutrientes. En cambio, sí necesitamos un tomate un poquito más deforme, pero con sabor a tomate y con nutrientes”, sumó.


Esto también te permite sacar a mucha gente de la pobreza, la desocupación, de trabajos que no están bien remunerados. Suena muy utópico, yo lo sé, pero creo que es parte de un debate que tenemos que pensar para el futuro. Porque esto también lo podemos ligar con la cuestión del cambio climático. Tenemos que repensar esta forma de relacionarnos con la naturaleza. El reparto de tierras en escalas menores de producción y otras pautas de consumo que también tenemos que ir transformando, serían dos de las claves para pensar un futuro posible que no nos lleve a un a un a un escenario apocalíptico”, redondeó.


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