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Foto del escritorLautaro Peñaflor

¿Like o dislike? El mercado de valores en la era digital

Por Maia Franceschelli


Ilustraciones: @rokandire


¿Qué buscamos cuando ingresamos a una aplicación de citas? ¿Una relación formal? ¿Tener sexo simplemente? ¿Encontrar amigos? ¿Sentirnos deseados acaso? Como una posible respuesta a este último interrogante, una persona mencionó a esta Revista que “matchearse en Tinder es como cruzar miradas en el boliche con alguien. Puede simplemente ser eso y nada más. Y claro, repercute en nuestros egos”.


Un amigo con quién pude charlar sobre este tema, dijo lo siguiente: “Antes nos vinculábamos distinto. Cuando no existían los teléfonos celulares. Acordabas reunirte con alguien en algún lugar y lo esperabas. No éramos presos de la ansiedad en aquellos tiempos. Uno se sentaba y se prendía un pucho, sin prisas, sin enrosques”. Hoy la digitalidad nos propone, de algún modo, lo inverso: la aceleración, la inmediatez, la rapidez. Sobre todo, a partir de la pandemia.


Vivimos marcados por el ritmo que nos impone Occidente y eso no debe salir de nuestro análisis ya que la imagen es uno de los mayores signos de estar cooptados por esta cultura, en tanto configura el sentido primordial y regulador de todo. Las fotos son una precisa muestra de ello. Nuestras vidas giran en torno a mirar imágenes. Y generarlas también, por supuesto… Click, click, click.


Completar un perfil en Tinder exige tenerlas. ¿Qué toma subo? ¿Casual, natural, con filtros? ¿Cuántas y haciendo qué? ¿La foto delante del espejo, que ya se volvió un género fotográfico en sí mismo?


Likeo, no likeo, likeo, no likeo varios perfiles. Matchié. Que comiencen las temporadas.


SEASON 1 “Estar solo te está haciendo mal”


Ilustraciones: @rokandire


“Estábamos en plena pandemia. Yo hacía varios meses que estaba encerrado solo, mientras un amigo se encontraba varado en un pueblo cerca de acá en una casilla, sin poder laburar. Me consulta si era posible reemplazarlo. No había solamente una casilla en aquel lugar, también tenía la cosechadora, carros, nafta. En definitiva, había que cuidar todo eso. Accedo. En un principio me dice que iba a ser sólo por un fin de semana. Al llegar, pleno invierno y cuarentena declarada, me encuentro con que no tenía luz. Los días fueron pasando y yo mandaba a consultar cuándo volvía y la respuesta siempre era que mañana sería. 10 días estuve en total. 10 días con escasez de luz ya que las baterías se cargan con una pantalla solar y me tocaron días nublados. Para colmo tenía que usar el baño de la YPF más cercana, teniendo que trasladarme hacía allí todas las mañanas con mi mejor cara de póker al saludar a las playeras a diario.


Se me ocurre abrir Tinder. ¿Qué más podía hacer? Matcheo con una chica. Empezamos a hablar, me pasa su WhatsApp. Mensaje va, mensaje viene, le digo que estoy cuidando un motorhome que estaba ubicado en la rotonda a la salida de su pueblo.



Ella se copó con la idea de venir a verme. En aquel entonces había toque de queda: a partir de las 21 horas no podía circular más nadie. Comencé a tomar cartas en el asunto: tenía que resolver el tema de la electricidad. Finalmente lo conseguí, luego de haberme pasado todo el día con eso.


Miro la hora y me doy cuenta que faltaban 10 minutos para que llegara ella. Estaba todo transpirado y me estaba cagando… porque ¿qué haces si estás solo todo el día encerrado? Tomar mate. Tuve que optar por una de las dos, bañarme o cagar. Adiviná cuál elegí. Al rato me llama por teléfono y me dice que está en la rotonda. No la veía. La piba se había ido para la otra salida. Listo pensé, mi suerte hasta acá llegó. Le ofrecí pagarle el taxi sin muchas esperanzas. Increíblemente aceptó. Finalmente aparece. Yo estaba muy nervioso. Empezamos a caminar entre los pastizales casi tan altos como yo. Le indico donde estaba, señalando la casilla. Podrás imaginar la cara de la piba.




Por mi parte tenía todo listo, todo limpio, el fernet sobre la mesa. Entramos y se encuentra con que no había baño. Me pregunta atónita donde iba a hacer pis... le digo que le abro una compuerta de la cosechadora, que podía hacer ahí… Imaginate que la mina se tenía que quedar sí o sí hasta el otro día conmigo, en mi motorhome. La verdad es que ella le puso toda la onda. Venía bien la cosa, nos estabamos cagando de risa.


Para completarla, porque claro, algo más tenía que sumarle, no sabes lo que me pasó. En el transcurso de la noche me estaba hablando con mi amigo, porque le avisé que iba a estar con alguien, por si llegaba a venir al día siguiente. Me cargaba, sin creerme, incluso me deliró un buen rato. ´Estar solo te está haciendo mal´. ¿Qué hago? Pienso en mandarle una prueba de mi cita, con la leyenda: decime si es real o ya enloquecí. Gatillo una foto. ¡Me sale con flash! RED FLAG. Me quería matar.



La piba me lo hace notar. Yo me quería morir. Pero si pensabas que nada más podía pasar… BLACK FLAG!! Se había puesto interesante la cosa, la calentura me invadía y no sólo a mí, así que pensé que nada podía arruinar el momento, ¿ya que más iba a ocurrirme? Ja, claro, lo más importante: me pregunta si tenía para cuidarme y yo… ¡sin forros!


Nos resignamos a dormir en una camita diminuta, de esas típicas de motorhome. Mucho no la manijié porque, no sé si te acordas... ¡me había estado cagando toda la noche! Al día siguiente me despierto y le digo que me espere, que iba a comprar forros y salí de la casilla con el papel higiénico debajo del brazo. Cagué por fin, me acicalé un poco y los compré. Tuvo un buen final. La pasamos bárbaro y al día de hoy intercambiamos mensajes con mucha buena onda, ¿quién iba a pensarlo no?”.


¿Realidad versus virtualidad?


La pandemia trajo consigo muchos cambios. Nos introdujo de lleno en la digitalidad. Durante el lapso de tiempo que la cuarentena duró, trabajar, estudiar, comprar, hacer ejercicio, utilizar el sistema de salud, conocer gente y en general todo tipo de actividad y vinculación pasó a ser online. Pensarnos en la virtualidad todavía cuesta.


Para este artículo realizamos una encuesta anónima. Preguntamos sobre qué beneficios y desventajas encuentran/encontraban los usuarios que utilizaron la app respecto a las formas tradicionales de conocer gente.


Entre los pro mencionados hay quienes dijeron que “si no encajas en los cánones de la hegemonía te expone de otra manera, menos quizás, que los espacios no digitales”. Sin embargo, los lineamientos divisorios entre lo digital y lo analógico no son tan palpables. Por el contrario, todo este entrelazamiento se torna completamente inmersivo en un mundo que llegó para quedarse: realidad y virtualidad ya no son escindibles, no se excluyen.


SEASON 2: “Filmame esto, Nes - Thor”


Ilustraciones: @rokandire


“Te voy a contar lo que me pasó la semana pasada. Solo a mí me pasan estas cosas… Mi ex me contó que soñó conmigo, que lo visitaba con mi nuevo novio y en su sueño mi nuevo novio era Thor, sí señora, el de la peli. Charlamos sobre su sueño y bla. Una semana después de este suceso entro a Tinder y matcheo con una persona.


Bueno, charlas más, menos, quedamos y nos vimos en una esquina para fumar uno. Le dimos mecha. El tipo era lindo y yo sé que le gusté también. Hablamos un rato largo caminando, él no era de acá. Me contó que estaba de paso en la ciudad por cuestiones de trabajo. Me invita al hotel donde paraba. La cosa se ponía interesante… justo lo que yo estaba buscando. Caímos al lugar. Nada ostentoso pero ideal para un revolcón. La intensidad se podía oler en el aire. Solo faltaba arrancarnos la ropa.



Todo lo que ocurrió bien podría bien haber sido parte del sueño de mi ex, ¿por qué? Porque parece de película: literalmente nos dimos dos besitos y el loco empezó a flashear porque tenía pareja y se empezó a sentir mal al estar engañandola, porque nunca había hecho algo así. Era un encuentro casual, la idea era garcharnos y ya.


Lo pienso y supongo que pudo ser por la marihuana que se animó a invitarme y por lo mismo después flasheó. No sé la verdad. La cosa es que terminé calmándolo, haciéndole reiki para que se relajara, realmente estaba muy desbordado. Todo esto en contexto de completos desconocidos, yo super hornie, con todas las condiciones dadas pero ¡sin matarnos en un cuarto de hotel!


Él estaba tan nervioso que me tiró un vaso de agua encima. Al fin de cuentas, al menos mojado terminé. Me fui caliente en varios sentidos, ninguno que me agrade, empapado y muerto de risa. ¡Ah! Porque esto sí me olvidé de contar: el tipo se llamaba TOR, si, TOR pero era por NESSSSTOR. Solo voy a decir: cuidado con lo que soñás… ¡Se puede hacer realidad!


Directo al punto


Los encuentros casuales son una de las tantas formas de vinculación que podemos experimentar con estas aplicaciones. Quizás incluso su uso ayude a que sean posibles, sobre todo en el mundo heterosexual, donde la lógica suele ser más extensa: primero se debe acumular un buen número de citas, para luego poder intimar sexualmente con esa persona.


Nuestros encuestados están de acuerdo con esto: “descubrí diferentes tipos de relaciones, desde las monógamas hasta las poliamorosas”; “me abrió las puertas al mundo del sexo más casual o independiente del compromiso”.

Esto nos lleva a poder pensarnos lo siguiente: la virtualidad, a diferencia de la presencialidad, acota tiempos y vuelve concretos los intereses de aquellos que tienen en claro qué buscan a través de la app.


Permite aggionarse a formas más descontracturadas de vinculación, a formas que, como mencionamos anteriormente, se escinden a priori de la manera heterosexual de conocerse con alguien.


SEASON 3: “¿Sos vos?”

Ilustraciones: @rokandire


“Mi primera cita a través de la aplicación fue un tanto extraña. Una de las primeras cosas que pregunto una vez que matcheo con alguien es qué está buscando. Cruzamos un par de mensajes y pegamos onda. Hago mi cuestionario vital… Parecía que el pibe estaba en la misma. Quedamos en que yo iba para su casa. Caigo con birras, con porrito, todo dado para pasar un buen rato. La idea era conocernos y ver si surgía algo casual.


Él ya estaba escabiando, tenía una botella abierta, sin embargo, me trae una de mis latas. Me resultó bastante raro la verdad. Charlamos durante un buen rato, venía fluyendo. Me cuenta que es músico y que le gustaba escribir sus propias letras. También me habla de que cultiva, sin embargo, no trajo nada para fumar. Saco mi porro y le digo que arme tranquilo. Lo enrola y se lo prende. Fuma un par de pitadas y lo deja al lado suyo sin convidarme. Otro desconcierto…


En un momento me dice algo y la realidad es que no lo escucho. Entré a dudar a ver si me estaba tirando onda. Entonces tomo cartas en el asunto y le pregunto directamente. Cambia completamente el mood… se pone nervioso, me empieza a esquivar la mirada... y me dice: mirá a mi no me gusta faltarle el respeto a la gente.


Sorprendida le pregunto si sentía que le había faltado el respeto. ¡No! Me responde automáticamente, pero ahí empieza a enroscarse y me dice que veía un reflejo, y se pone a girar como un espiral sobre esa idea inentendible. Asombrada, luego de un par de minutos tratando de seguirle el hilo sin lograrlo, lo corto en seco: mirá la verdad no te estoy entendiendo nada, no te sigo ¿qué querés decirme con eso del reflejo?


Me responde que veía en mí el reflejo de una persona que conocía del pasado, y me tira ¿sos vos? Yo lo miro descolocada y le digo: yo soy yo.


La verdad que me sorprendió, no sabía bien qué hacer. Le digo que no se sienta incómodo, que la estábamos pasando bien y que podía quedar en esa secuencia y ya. Me agradece la apreciación y al rato, sin que fluya para ningún lado, agrego la pregunta final ¿querés que me vaya? ¡No! me vuelve a responder. Sin embargo el chabón se concentra en la música que estábamos escuchando y yo paso a ser fondo total.


Me levanto y anuncio mi partida. ¡Dale! exclama… ¿contento? Ni se para a saludarme, ni siquiera abrirme la puerta. Antes de irme, un tanto irónica le digo: bueno… un placer.


Me voy con las manos vacías, es decir, sin saber bien qué onda, sin las 4 o 5 latas que todavía quedaban, sin el porro, al cual le di un besito nomás. Le salió redonda al pibe. Me fui riendo, tentanda. Supuse que no le había gustado, lo cual estaba muy bien. Puede pasar ¿no? Pero a la semana me escribe: quería volver a verme porque había sentido una conexión. ¿Espiritual acaso? Quién sabe…


Mercado de valores


La mayoría de las personas encuestadas consideró que el uso de Tinder no impactó en su autoestima. Aunque, el porcentaje que separa los NO de los SI es realmente muy escueto: un 4%. “Considero que no, aunque quizás un poco sí inconscientemente”; “Sentir el rechazo masivo es un montón, incluso aunque no se conozca quién está del otro lado”; “Más likes recibís + autoestima... aunque no es tan así”; “Me vació aún más. Terminé bastante deprimido. Como todo consumo”.


El impacto en el autoestima siempre está. A veces no lo percibimos pero somos seres sociales. La sociedad, incluso virtual, nos moldea. No hay chances de escapar de estas lógicas. Presencialmente o a través de una pantalla queremos agradar, gustar a quien está del otro lado. Nuevamente materialidad y digitalidad se vuelven inseparables en este punto.


Otra cuestión a tener presente es cómo se maneja el algoritmo de Tinder. Según pudimos saber utilizaba -y sostienen desde la empresa que ya no más- el sistema que se denomina “Puntaje Elo”, que consiste en una clasificación automática que hacía la app en base a las interacciones que se realizaban entre los perfiles, analizando la forma en que los usuarios daban me gusta o rechazaban los perfiles de los demás.


Uno de nuestros entrevistados nos amplió en este sentido: una vez que generás el usuario en la aplicación, tu perfil comienza a ser mostrado a quienes están en los estatus más altos, es decir, aquellos que acumulan más cantidad de likes y matches. En otras palabras: entras al top top. Pero hay que mantenerse ahí, y eso deja de ocurrir si tu perfil comienza a ser desestimado. Una vez que eso ocurre, comenzás a bajar de categoría y ya no puede tu perfil aparecerle a aquellos más “privilegiados”.


Quizás finalmente algo de esto sí repercuta consciente o inconscientemente en nuestro autoestima.


SEASON 4: El pajivoto

Ilustraciones: @rokandire


“En el tiempo libre que me queda, a la nochecita, tengo un perfil sin fotos mías. En realidad, son fotos mías, pero no se me ve la cara. Y estoy matcheando con votantes de Larreta y mucho votante de Milei”. Así comienza este inquietante relato.


“Arreglamos el lugar, me junto a tomar un café, quedan re manijas, les quemo el coco rosqueando, persuadiendo. Lo estoy logrando. Es un montón, tengo mucho material de calidad la verdad… jaja. La mayoría se me está haciendo fácil, estoy utilizando mis encantos y lo estoy logrando. El otro día fui a patinar con un chabón que votaba a Larreta por ejemplo”.


“Me hago pasar por votante de Larreta, por votante de Milei cuando fueron las PASO por ejemplo y ahora digo mmm… che, esto no es por acá. Pim, pum, pam. Hay cuestiones que me parten el coure como decir que el kirchnerismo no existe más, que Massa no lo representa…”


“La verdad me admiro a mí misma, me la sube. Lo estoy dando todo. Sumé más de 10 votos para Massa en menos de una semana. Estoy haciendo lo que vulgarmente se conoce como pajivoto en la militancia universitaria, que consiste en hacerte la linda para que te voten”.


¿Qué más había? ¿Dónde estaba el límite?


“No boluda, ni un chape ni un beso nada. La otra vez me junté con un vegano que me invitó a comer. El chabon quedó re manija y me justifiqué diciéndole: mirá yo soy demisexual, a esa me fui viste. Ni un solo chape. Aunque debo reconocer que al vegano sí -se ríe- pero a ese nomás porque era lindo. Fue el único. Y ese chabon ni había ido a votar… NI EN PEDO ME BESO CON UNO DE MILEI BOLUDA. YO SOY PERONISTA y un mandato es: no besarás a quién no hable de justicia social. Corta”.


“A todos los atiendo por el celular… respondo pero como que yo estoy en otra. Conocí por Tinder a un compañero de la militancia, un chabón que es divino, precioso. Yo lo primero que pregunto es a quién votas. Él quería tener una cita conmigo y le digo: mira posta boludo no tengo tiempo ahora… o sea, después va a ver momentos. Le propuse hacer lo que estoy haciendo yo. Me dice ¿pero qué onda? Vos me gustas. No importa, le digo, después de las generales nos vemos. Ahora hacé esto: utiliza tus encantos, captá chabonas y que voten a Massa. Pobre, como que no entiende nada… Me dice que soy terrible”.


“Después hay un montón de compañeros que votan a Massa sin dudarlo. Entonces, chau adiós para siempre. No sigo hablando por más que sean preciosos”.


Comparte que se junta con todo tipo de personas, el único requisito que le interesa es saber a quién van a votar. Incluso se ha juntado con personas más chicas. “Viste que aparento tener menos edad. Entonces en Tinder puse que tengo 28, pero si me junto con un pendejo que tiene 22, digo que tengo 24. No, ¡una manera de mentir!”.


“En un tiempo tuve un perfil que no se me veía la cara, me llamaba Victoria, tenía 27 años, era francesa y contaba que trabajaba para Kicillof en comunicación, entonces cuando me juntaba con los chabones hablaba en un español afrancesado. O sea, psicótica total. Era enero y yo me había mudado provisoriamente a una ciudad cercana, estaba laburando esa semana en esos lados. Cuestión que en esos días metí 7/7, es decir una cita por cada día de la semana. ¡Merienda gratis!”, se jacta.


“Los chabones flasheaban que era europea… ¡tengo una cara más de marrona! Hasta que un chabón se me enganchó y terminó siendo amigo de un amigo y bueno, ¡no sabés el escándalo que me hizo! Qué había gustado de mí, que yo le había interesado un montón y que yo me había burlado de él, que bueno, un poco sí. Yo burlándome de gente, boluda, me voy a ir al infierno”.



“Les contaba la experiencia mía cómo europea… les decía que como yo había estudiado comunicación política en Francia, en 2019 antes de que asuma Axel me había venido a laburar con él, por eso estaba viviendo acá y que me había sorprendido un montón porque ya había trabajado con otros políticos a mi corta edad en Francia y no pasaba esto de que la gente le iba a dar besos; que el tipo era un tipazo, entonces chabones que por ahí nada, cero, me preguntaban si era posta, que se lo veía piola a Axel”.


“Les cambiaba la cabeza a la gente simplemente porque una europea le decía que estaba trabajando con Kicillof. ¡¿Entendes la cara que tengo yo!? ¡Y los chabones se comían que yo era francesa! Mi nivel de francés está super elevado. Llegué a la conclusión de que cada uno se divierte como puede. Pero bueno, sabes… yo soy católica -ríe- y papista.. es por una buena causa yo creo que Dios me va a perdonar”.

Aguante la ficción, carajo

Algunas de las desventajas mayoritariamente expresadas en la encuesta fue la inseguridad, la falta de autenticidad de los vínculos, el desconocimiento por quién está del otro lado.


Aplican tanto a la hora de encontrarnos con alguien con quien mantuvimos una conversación a través de un chat, como también a la hora de irnos con alguien luego de pegar onda en un boliche, en un bar o incluso en un parque.


“Respecto a las desventajas, una muy concreta es la posibilidad de encontrar perfiles falsos, que me ha pasado: tuve la experiencia de quedar con una persona que, cuando llegué a su encuentro, me di cuenta que no era la de las fotos del perfil de Tinder. Mi reacción fue la de irme prácticamente corriendo. Siendo mujer creo que, en estos casos, hay más posibilidades de correr peligro”.


Virtualidad y realidad material no difieren en este sentido. Para quienes portamos cuerpos que son vulnerabilizados, estigmatizados y sometidos no existe una real diferencia, hemos tenido que aprender a lo largo de nuestro recorrido, a contar con herramientas para salvaguardarnos de una y otra manera.


Entre esas estrategias a tener en cuenta cuando nos relacionamos digitalmente nos mencionaron: “siempre recomiendo en las primeras citas, quedar en lugares públicos, contarle a algún amigo del encuentro y dónde será”.


Las herramientas que manejamos en un caso y otro pueden ser distintas, pero el peligro siempre está latente y hay que tomar recaudos en ambos casos. Ya no existe una distancia tajante entre el mundo material y el inmaterial. De hecho, las semejanzas y la interrelación son cada vez más patentes.


¿Agenciamiento?


Podríamos preguntarnos cómo dábamos like antes de Tinder ¿Cuáles eran las formas en las que indicábamos que nos gustaba alguien en la era analógica? ¿Cómo generábamos esa conversación previa a un encuentro? ¿Cómo nos comportábamos cuando no nos podíamos mandar fotos? ¿Cómo era la manera de conocer a la otra persona sin ropa antes del sexting?


En definitiva, estos rituales han ido encontrando otras modalidades a la hora de manifestarse, algunas más favorables, otras quizás menos. Como mencionábamos anteriormente, estas nuevas formas no sólo atraviesan el mundo de las citas, lo han hecho con casi todo lo que compone nuestra cotidianidad: trámites, juegos, trabajo, ocio, estudio, compras, relaciones sociales… ¿Mejor? ¿Peor?


¿Por qué tendríamos que elegir una? Agenciarse es una de las posibilidades con las que contamos. Aprovechable acaso, ya que todavía podemos tener la expectativa de estar hablando con personas de carne y hueso del otro lado. ¿Qué devendrá en la era post Tinder? ¿Cómo serán las citas en el tiempo de la realidad virtual? ¿Cuál será el rol de la Inteligencia Artificial? ¿Tendremos encuentros con hologramas?


 

Sobre la autora


Soy Maia Franceschelli. Siempre disfruté de escribir y estoy buscando reencontrarme con esa parte. Marla y Merlín, una perra y un perro respectivamente, son los seres que me acompañan todos los días. El plan que sea, si es al aire libre mejor.

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2件のコメント


Sheila Franceschelli
Sheila Franceschelli
2023年10月25日

Increíble como siempre. Me hiciste pensar, reírme mucho y aprender! Que privilegio leer cosas que vengan de vos ❤️

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Didier Didier
Didier Didier
2023年10月25日

Fantástico Maia, me has echo reír con las historias jajaja. También pensar en como la era digital modela nuestra vida, pienso que transitamos una era donde predomina la religión de los datos, puede ser que parezca un beneficio pero.. a largo plazo un algoritmo nos conocerá más que nosotros mismos y ni siquiera vamos a saber que carajos estamos haciendo en una cita que nunca hubiéramos tenido.

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