El 10% de quienes han tenido covid, desarrollan covid persistente, tema que aparece periféricamente en la agenda pública. Con 200 síntomas vinculados, su diagnóstico es dificultoso y puede alterar la vida de quienes lo tienen. Así lo entienden las investigadoras Matilde Cañelles López, María Mercedes Jiménez Sarmiento y Nuria Campillo, quienes publicaron recientemente un reporte al respecto.
Por Lautaro Peñaflor Zangara
En los hospitales de Argentina ya no son obligatorios los barbijos. Ni siquiera en las salas de oncología ni en los espacios en los cuales se atiende a personas cuyo sistema inmunitario está o podría estar debilitado, por ejemplo.
Tampoco se utilizan en los transportes públicos o en los lugares donde se aglomeran personas para hacer trámites que difícilmente se puedan evitar. Mucho menos en un supermercado o lugares de asistencia masiva y casi inexcusable.
Como si pudiese decretarse el fin de la circulación de un virus, el 5 de mayo de este año la Organización Mundial de la salud anunció el fin de la emergencia internacional por el coronavirus. A decir verdad, para ese entonces ya nadie usaba barbijo y la higiene de manos había vuelto a ser algo más parecido a un cliché para insistir en preescolar que un hábito de cuidado personal y respecto a los demás.
Con el correr de los meses, y marcadamente a partir de la aparición de las vacunas -cuyas patentes no se liberaron, recordemos- los países fueron cesando las emergencias nacionales y relajando hasta la inexistencia las medidas de cuidado.
En este punto es necesario advertir con claridad la diferencia entre la existencia de un virus de circulación pandémica y la gestión política al respecto.
La misma gestión necropolítica que acuñó la excusa de las “comorbilidades” para justificar cualquier muerte por coronavirus de personas que no se ajustaran a la checklist del capacitismo, luego condenó a una vida (aún más) invivible a aquellas personas que no pueden exponerse a un virus que podría matarlas. Aún con vacunas. Aún “sin emergencia”.
En el capitalismo tardío (como en el capitalismo en general, pero de forma acelerada) hay algunas muertes más tolerables que otras. Dicho de otro modo, hay una importante parte de lo que pasa a nuestro alrededor que inmensas mayorías prefieren ignorar, para entregarse a la experiencia del consumo en la era del glitter y el turismo de contemplación de catástrofes naturales, aunque eso ponga en riesgo a tantas otras personas. Como se estila decir ahora, “fingir demencia”.
(Captura de pantalla: La Tercera)
En esta etapa hiperveloz y ceocrática del capitalismo todas las personas se parecen bastante. Si medimos “lo diferente” respecto a su distancia a la hegemonía, quienes sí son diferentes también resultan descartables para el sistema. La gestión política del cor
onavirus funcionó como un dispositivo paramétrico totalmente eficaz en este sentido.
Poco y nada volvió a hablarse de las secuelas del coronavirus. Las físicas, las intelectuales y las emocionales que, además del virus, también están relacionadas con las particularidades de atravesar una pandemia en un contexto de múltiples crisis y catástrofes.
Del mismo modo, se volvieron extrañamente habituales las gripes, las alergias, los resfríos prolongados… ¿Y si es covid? Ante todo, y de manera reactiva, la respuesta suele ser que no. Un rechazo casi emocional, traumático quizás.
Mientras, las campañas para pedir que se sigua utilizando barbijo por lo menos en algunos ámbitos específicos son esfuerzos atomizados y completamente autogestionados. En su mayoría son en inglés, como es el caso de Mask Togheter América, que propone ser inteligentes respecto al covid y proteger a las personas con sistemas inmunológicos debilitados.
Más de 200 síntomas
El covid persistente es un diagnóstico referido a aquellas personas que no se recuperan del coronavirus y de las “huellas en nuestro organismo” que puede dejar el SARS-CoV-2. Según la OMS, se da cuando los síntomas persisten al menos durante 2 meses sin ninguna otra explicación, independientemente de la gravedad con la que hayamos pasado la enfermedad.
Las investigadoras Matilde Cañelles López, María Mercedes Jiménez Sarmiento y Nuria Campillo(*) publicaron recientemente un artículo, difundido originalmente en el sitio de divulgación científica The Conversation, abordando este tema.
Explican allí que el meollo de la cuestión es que esos síntomas no están claramente identificados: existen hasta 200 diferentes síntomas. Por supuesto que, con esta extensísima lista, hasta los mismos profesionales tienen dificultades diagnosticando los casos. Expresan, asimismo, que el comienzo y la duración de la sintomatología es variada.
“Por ejemplo, los síntomas neurológicos suelen aparecer con un retraso de semanas o incluso meses tras pasar la enfermedad. Este tipo de síntomas tiende a empeorar con el tiempo y durar más”, dicen. “Por otro lado, los síntomas gastrointestinales y respiratorios aparecen antes y es más fácil que acaben desapareciendo. Hay otros síntomas, como dolor de articulaciones y espalda, pérdida de cabello, visión borrosa o hinchazón de las extremidades inferiores, que son más comunes tras un año que a los dos meses”, describen las investigadoras.
Otro dato que suman es que muy pocas personas diagnosticadas con covid persistente se recuperan del todo. Según un estudio de 2022, un 85 % de los pacientes que tenían síntomas a los dos meses de pasar la enfermedad, aún los conservaban después de un año.
(Infografía: The Conversation)
10%
Matilde Cañelles López, María Mercedes Jiménez Sarmiento y Nuria Campillo respondieron a Revista Distopía respecto a su investigación. Un dato saliente fue que “se estima que un 10% de las personas que contraen covid, desarrollan covid persistente, aunque este porcentaje podría ser menor en personas con un curso completo de vacunación. Aclaran, sin embargo, que este punto se está investigando.
Dentro de ese grupo, “la covid persistente es más frecuente en mujeres”. “Las mujeres también son más propensas a enfermedades autoinmunes, y se piensa que esto puede estar relacionado con la covid persistente, bien por la producción de autoanticuerpos o por la permanencia del virus en reservorios del cuerpo, con la consiguiente inflamación”, detallaron.
Asimismo, ante la pregunta de si existe algún país o grupo de países con mayor prevalencia, contestaron que “no observaron diferencias territoriales”.
Respecto a los síntomas, como fue mencionado en el apartado anterior, la lista engloba a más de 200: “los típicos incluyen fatiga extrema, dificultad para concentrarse, dolores musculares y problemas respiratorios”, explicaron.
Sin embargo, hay muchos otros síntomas que han sido identificados a través de la investigación, “relacionados con la circulación y el corazón (palpitaciones, dolor en el pecho), el deterioro cognitivo (amnesia, dolores de cabeza, dificultad con la función motora o el habla), la salud mental (ansiedad, depresión…), síntomas estomacales (diarrea, vómitos…) entre otros”.
“No deberíamos olvidar nunca las medidas de cuidado”
En referencia a cuánto se investiga el covid persistente, Cañelles López, Jiménez Sarmiento y Campillo definieron que los expertos advierten que hace falta mucha más investigación: “pese a que hay bibliografía sobre esta enfermedad, no existe suficiente información sobre los efectos del covid a largo plazo y cómo combatir sus efectos. Aunque hay muchos estudios en marcha, aún hay muchas incógnitas acerca de la covid persistente”.
Otro punto que debemos pensar es hasta qué punto puede el covid persistente alterar el proyecto de vida de una persona y qué respuesta se da en este sentido. En el primero de los aspectos, las investigadoras consideran que estamos ante una enfermedad incapacitante.
“Como se ha comentado antes, se han reportado más de 200 síntomas diferentes que afectan a múltiples órganos. En función de la gravedad de los síntomas, se trata de una enfermedad incapacitante y, por lo tanto, que puede tener un impacto en la vida diaria de los afectados y sus familias. En gran parte de los casos, se provoca no sólo un cambio en la salud de los afectados, sino también un cambio sustancial en sus vidas”, definen las expertas.
¿Qué pasa entonces con las medias de cuidado? Según nuestras entrevistadas, no deberíamos olvidarlas: “Estas medidas fueron adoptadas durante la pandemia y se mostraron muy eficaces para contener la propagación del virus y, por lo tanto, sirven para contener cualquier microorganismo infeccioso que se transmita por via aérea, sea covid, sarampión, gripe, etc. No deberíamos olvidarlas nunca y adoptarlas cuando la ocasión lo requiriera. La higiene de manos es un método preventivo muy eficaz para contener cualquier tipo de infección”.
(*) Matilde Cañelles López, investigadora Científica. Ciencia, Tecnología y Sociedad, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC); María Mercedes Jiménez Sarmiento, científica del CSIC. Bioquímica de Sistemas de la división bacteriana. Comunicadora científica, Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB – CSIC); y Nuria Eugenia Campillo, científico Titular. Medicinal Chemistry, Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB – CSIC). El CSIC es el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que es el organismo público dedicado a la investigación científica más grande en España. A través de su página web y su directorio se dan a conocer todas las actividades que realizan los científicos y científicas pertenecientes a la institución.
Sobre el autor
Soy Lautaro Peñaflor Zangara, periodista y comunicador. Nací en Carhué, una ciudad chiquita en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Me gusta mucho leer. Tengo una relación complicada con el café instantáneo. Vivo con dos gatitos: Muna y Timoteo.
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